Paulo Coelho – El demonio y la señorita Prim
¿ El ser humano es malo por naturaleza ? Paulo Cohelo expone un dilema en su libro El demonio y la Sta Prim. ¿ Hasta dónde podría llegar el ser humano con tal de obtener dinero ?. El bien y el mal entran en el ser humano en diferentes etapas de la vida, pero solo los fuertes transforman el mal en bien mediante valores, paradigma de comportamiento y amor.
Quién no piensa en las necesidades de los demás, deja que se exprese el egoísmo en su interior, y no entiende que todo lo que lo rodea es una extensión de sí mismo. Si piensa en el mal de los demás inevitablemente piensa en su propia destrucción. Coelho lo expresa así:
Ahab llamó a su hijo.
-- Ve al pueblo y compra sal. Pero paga por ella un precio justo: ni más cara ni más barata.
>>Su hijo se sorprendió mucho.
-- Comprendo que no deba pagarla más cara, papá. Pero, si puedo regatear un poco, ¿por qué no ahorrar algún dinero?.
-- En una ciudad grande, eso es muy aconsejable. Pero podría significar la muerte de una aldea como la nuestra.
>>El chico se fué sin hacer más preguntas. Pero los invitados, que habían oído su conversación, quisieron saber por qué no era conveniente comprar la sal más barata. Ahab respondió:
-- Quien vende la sal muy barata, lo hace porque necesita desesperadamente dinero. Quien se aprovecha de esa situación muestra su falta de respeto por el sudor y el esfuerzo de quien trabajó para producir algo.
--Pero es muy poco, no basta para destruir una aldea.
--Al principio del mundo, también había porca injusticia. Pero todos los que fueron llegando añadieron algo, pensando que no tenía mucha importancia y ya veis hasta dónde hemos llegado, hoy en día.
No podía faltar la frase que me encantó: Cuando quiera algo, mantenga los ojos bien abiertos, concéntrese y tenga muy claro lo que desea. Nadie acierta a su objetivo con los ojos cerrados.
¿Qué a cerca del temor de las personas? Ellas sienten terror de quedarse solos, terror de la oscuridad que poblaba la imaginación de demonios, terror de hacer alguna cosa ajena al manualidad de urbanidad, terror al juicio de Dios, terror de los comentarios de los hombres, terror de la justicia que castigaba a cualquier falta, terror de arriesgarse y perder, terror de ganar y tener que convivir con la envidia, terror de amar y ser rechazado, terror de pedir un aumento, de aceptar una invitación, de ir a lugares desconocidos, de no conseguir hablar una lengua extrangera, de no tener la capacidad de impresionar a los demás, de hacerse viejo, de morir, de hacerse notar por sus defectos, de no ser notado por la cualidades, de no ser notado ni por defectos no por cualidades. Terror, terror, terror, la vida es un regimen de terror, la sombra de la guillotina. El ser humano tiene que sacar el terror de su corazón y llenarlo de amor. Es lo único que necesita para ser feliz, cuando logra eso, atrae esa misma energía hacia él mismo, por el simple y sencillo hecho que lo semejante se atrae.
Por último ¿Qué a cerca de la lealtad?:
-- Buenos días.
-- Buenos días -- respondió el guardián.
-- ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
-- Esto es el cielo.
-- Qué bien que hayamos llegado al cielo,. Porque estamos sedientos.
-- Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera.
-- Y el guardián señaló la fuente.
-- Pero mi caballo y mi perro también tienen sed.
-- Lo siento mucho –dijo el guardián--. Pero aquí no se permite la entrada a los animales.
>>El hombre se llevó un gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; dio gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero; posiblemente dormía.
-- Buenos días –dijo el caminante.
>> El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
-- Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
-- Hay una fuente entre aquellas rocas –dijo el hombre, inducando el lugar--. Pueden beber tanta agua como quieran.
--El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
>> El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
-- Pueden volver cuando quieran –le respondió.
-- A proposito, ¿cómo se llama este lugar?
-- Cielo.
-- ¿El cielo? ¡Pero si el guardían del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
-- Aquello no era el Cielo, era el infierno.
>>El caminante quedó perplejo.
--¡Deberían prohibir que utilicen su nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!
-- ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor. Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
Gandhi: El demonio y la Sta Prym - Paulo Coelho